domingo, 23 de abril de 2023

El nabo rojo

 

El nabo rojo y la rapa verde argentinos

“Pensar es servir”, J. Martí.

 

En su variedad argentina, el nabo rojo fue reintroducido al país en el año 1952. Es importante señalar que, de todos los nabos, el rojo trajo consigo peculiaridades que colorean a las otras especies de nabo nativo. Entre los años 1950 y 1954 se plantan en el país las primeras semillas de soja o soya que -como todos hemos visto- tienen un solo color: el verde. A diferencia del nabo rojo, la soja carece del forro rojo que envuelve y protege al nabo argentino de las inclemencias y la inoportuna acidez de los pesticidas, de casi todas, inclusive y de las que en forma natural afectan a la soja verde. La soja, aunque desprovista de la química proveniente del forro rojo, con los años y los imprevistos cruzamientos sí está siendo afectada por la erosión y la pauperización residual de la siembra del nabo rojo argentino. Casi siete décadas han degradado el suelo de tal modo que la familia de insectos concurrentes a la polinización indirecta del nabo abandonó la matriz ecológica para migrar a otros suelos, menos permeables, suelos que producen nabos pero de variados tonos.
Para aproximar a los lectores a los problemas que la práctica del nabo rojo ocasionó tomaremos el ejemplo de su primo más cercano, el rabanito. El rabanito nos presenta una cobertura en parte roja y en parte blanca, esta dualidad también está presente en el nabo, pero el nabo se muestra rojo por fuera y blanco por dentro. ¿Qué significa esto? Aunque la mayor parte de los rabanitos argentinos están pintados de un tinte rojo, otros son blancos en la parte que tienen enterrada, así logran exponer esa seña tan conveniente a su supervivencia, aunque investigaciones epigenéticas sospechan que el estrés simbólico de preferir el rojo lo ha condenado a achicarse en todas las variedades. No sabemos si este «hacerse el rojo» es condición suficiente para empequeñecerse pero probablemente hay relación. El nabo rojo mantiene su tamaño, cambia su forma según las condiciones: todos los nabos crean para sí condiciones de estratos parasitadores de recursos que terminan agotando y hasta anulando la posibilidad de rotaciones estacionales. El nabo no es estacional, se reproduce todo el año ¿qué condiciones comparten el rabanito argentino nativo con el nabo rojo importado? Se necesitan aquí respuestas no lineales, es decir, responder no es siempre una explicación. Observaremos al nabo rojo dentro y fuera de su medio, hasta su dinámica conversión en los cajones de las verdulerías, en las ollas, etc. También su sabor, el rabanito y el nabo pican, cuanto más deshidratados y viejos son, más pican; acá un pequeño apartado, una mención especial: la subespecie aparecida en los años sesenta no deja de picar y su mutación pica inclusive en su semilla. Este picor es en sí el reemplazante de lo que antes era su capacidad nutritiva, por eso: a más picor menos nutrientes. El rojo descoloreado se presenta solo en los rabanitos de poca profundidad. ¿Podemos asegurar que el nabo rojo comparte con la yuca cubana algo de las propiedades venenosas de esta última? Recordemos que el jugo de la mandioca, yuca o guacamota es parte constitutiva del curare, un veneno paralizante de las extremidades, que inhibe la movilidad de los cuerpos. La harina de mandioca está extendida por toda América y sus propiedades tóxico paralizantes ya dan señales inconfundibles hasta en la salud mental de las poblaciones. El nabo rojo posee un jugo cuyo extracto se oxida en contacto con la luz solar, este jugo no se combinaba satisfactoriamente con otros productos, pero actualmente se ha logrado integrarlo de tal forma que ya es otro más entre los emulsionantes y rellenos usados para adulterar alimentos. ¿Es entonces el nabo rojo una plaga endémica en Argentina? Es mucho más que eso, las semillas de nabo rojo argentino han sido interceptadas en raquetas, dinero, libros y ropas de los viajeros, demostrando una capacidad y resistencia óptimas a la vez que su potencia de cruzamiento puede embeber el genoma más estabilizado de la naturaleza.
Los aspectos colectivos del nabo rojo argentino se duplican cada año, así se da esta caracterización unívoca de la horizontalidad rizomática de cada individuo y la pendiente de su crecimiento es una tuberización negativa que se diferencia en su actitud verticalista no sólo de su tubérculo sino de su penacho elevado por encima de la superficie común. El nabo rojo tiene una apariencia común que insta a suponerlo inferior a otras especies de tubérculos pero es engañoso, no hay nada de común en el forro rojo del nabo argentino. Rojo en la tierra y verde en el aire, con el rojo enterrado de su raíz y el estandarte verde como arma esgrimida que tapiza los campos argentinos invadidos de este tubérculo que ya vemos agazapado como un parásito más entre los brotes de soja, o soya. Por lo pronto tenemos un nabo rojo implantado y uno nativo, un nabo que a la vez exportamos adherido como una polinización exogámica de semillas de nabo. ¿Cómo se fertiliza a los nabos en Argentina? Bueno, la expectativa actual nos ofrece una fertilización directa y una nutrición corporativa, las universidades argentinas conocen muy bien esto, aún más que los espacios agronómicos que se encuentran desbordados y neutrales ante el avance de, podríamos aventurar, una exageración, nuestra nabolización endémica. ¿Es bueno el nabo? Sí, este nabo actual es mucho más bueno que el nabo europeo. recordemos entonces: cuanto más pica menos nutre, pero en ese picor persistente produce una reacción cuyo ardor lo precede. El nabo se ancla en los paladares más incautos pues puede hacerse pasar por otros alimentos, siempre y cuando se inviertan recursos y medios para enmascarar su ardor. Recordemos un emprendimiento de la UBA para fabricar papel con la fibra del nabo, proyecto que ya forma parte irresoluta y que conforma la estructura misma de la edición y fabricación de libros universitarios. El nabo para hacer libros y los libros para fertilizar nabos cuando sea necesario reciclarlos a ambos. El libro y el nabo hermanados en una síntesis apoteótica de colectivismo fibroso, un éxito que corona décadas y décadas de negligencias agronómicas. El nabo más usado para fibra de libros es el que describimos en nuestro estudio, es decir, un nabo de raíz superficial, plano y rodeado de múltiples franjas moradas. Las franjas moradas (color inconfundible) se separan en anillos como polleritas que envuelven la raíz hasta su mitad. Cuando es roja hay una sola franja pero cuando son muchas franjas son moradas, y de esta última se obtiene la mejor trama para papel aunque se oxida rápidamente debido a la superposición química entre colores.
Así que a las configuraciones terciarias y secundarias debemos sumar la aparición de una configuración recesiva del nabo en su estadío primario. Este encuentro solidario entre el nabo rojo de fase terciaria con el nabo del primario asegura la reproducción. Visto en perspectiva, el nabo sería un agente multiplicador de oportunidades precarias, un formador de espacios de esterilidad integrada.
Las competencias y los competidores del nabo rojo ven invadidos los terrenos y reblandecidos sus cultivos. Los factores de crecimiento son ya hasta de orden antropológico, aún de condiciones alimentarias que agotan y ponen de rodilla a los países haciéndolos más globalizables o -en términos agronómicos- «nabolizables».
¿Cuál sería la hortaliza que otros países han preferido sembrar para contener la expansión de estas variedades rojas? Ya tenemos otra variedad en ciernes, el nabo marrón, quizá cómo suponen los especialistas éste nabo marrón se hace lugar y se aprovecha de su condición nativa para parasitar al nabo blanco. Es indudable que el elenco de nabos no distingue colores.
 
Nabo es el nombre que se da a la raíz y planta llamada Brassica rapa, brassica es repollo y rapa es nabo, qué notable similitud, el nabo rojo es un agente vegetal rapaz arrepollado, es decir que lo conforman múltiples capas retorcidas y poco definidas que lo aíslan, al nabo rojo, y a nosotros nos dejan casi indefensos ante tamaña rapaz.
Los franceses distinguen entre nabos de raíz larga y de raíz corta y aplanada. Una nota de color es que a Sartre le gustó el nabo de Freneuse y a Camius el nabo de Alsasia, ambos fueron seducidos por estos nabos uno de carne blanca y el otro de carne amarilla, esto fue así hasta que a Francia llegó el carbunco y la peste seca que aplastaron por un tiempo la producción de coles, nabos y rutubaga. La rutubaga vendría a ser la «naba roja» que de tanto cruzarse con el nabo rojo ya perdió esa cobertura tan característica y hoy se ofrece pintada de verde es decir la «naba verde». Otra seña aclaratoria es ese nombre de rutubaga. Veamos cómo el pasado tipifica a una planta por su comportamiento, rutu es huella y baga es en realidad vaga, así tenemos «las nómades de la huella» pues vaga es nómade. Entonces ya existía para los antiguos campesinos la vaga verde que dejaba una huella por donde pasaba, qué bella manera de nombrar. Debido a las innumerables patentes y derechos de uso de semillas, la naba verde se reproduce a sí misma y su semilla es casi infértil, achatada y está patentada por el consorcio mundial Marxgenta, por esto se está intentando que la naba rapaz verde se reproduzca usando la semilla fértil de otras plantas. Este uso de una semilla ajena como caballo de Troya de otra especie es cada vez más utilizado en países reblandecidos y agotados de nutrientes. La rutubaga es verde por fuera y flácida por dentro como un pepino envejecido por el frio, su intervención en los plantíos se da espontáneamente y despliega un efecto abortivo selectivo sobre las cosechas, aún en las etapas de fertilización. Esta rutubaga produce una semilla voraz que ningún animal digiere, sólo los pájaros la comen pero para luego incorporarlas al ciclo de volare et cacas o “volar y cagarlas” que es como los pájaros se deshacen de ellas y las diseminan.
Para acabar, recordamos una frase del independentista Martí «Pensar es servir». ¿Qué tanto nos dispara esta frase si la vemos así? «No pensar es servir» porque así sirven las hortalizas, sirviendo sin pensar. Se necesita entonces de un pensar que sirva para reconocer y gestionar al nabo rojo y a la rapa verde que sirven sin pensar en el daño que los tubérculos ocasionan a los territorios.
Daniel Battilana
Marzo 2020