miércoles, 11 de septiembre de 2013

Telegramas a un poeta joven



Lo que escribís sin ego es como lo que rezás sin ego: crear y desear con nadie en los extremos.

Cuando veas y escuches a gente muy preocupada por “dejar el ego afuera”, “escribir sin el ego”, ojo, usan eso como ariete de lo que viene detrás: aplastarte como persona y como escritor.

Que el único "micrófono abierto" sea tu cabeza, es decir, usá tu micrófono para escucharte.

Si leés o escuchás la exclamación ¡¿Cómo lo hace?! En realidad están sucediendo dos cosas: que el que exclama cree que para hacerlo hay que saberlo y segundo, que mientras ignore cómo lo hacés te seguirá halagando a gritos, en ambos casos, el que pregunta no es poeta.

Hay supermercados y minimercados literarios, también hay banelcos municipales; los suplementos literarios serían esas vitaminas de papel que te recetan para mantenerte desnutrido.

Tratá de no dejar tu ego en la puerta cuando te inviten a leer, no es una pulpería ni tu ego menos que un caballo.

Cualquier persona que te diga que tiene poemas chinos traducidos ya tradujo seguramente los tuyos al chino para jamás leerlos.

Cada señora que prefiera a Paul Auster o se paladee con minutas de Borges oculta un espíritu aristocrático, las aceitunas hacen lo mismo, ocultan el carozo con un montón de propiedades ajenas.


Un “centro cultural” es una tautología y se explica cuando ves que te invitan para embocarte el centro.

Siemp
re me fue más beneficioso mirar donde otros sólo leen y leer donde pocos mirarían... o hacer ambas cosas a la vez como ahora que nadie mira y todos creen leer.


Suele haber mas tapa que libro, se necesita lo que va adentro y que no siempre lo escriba lo que va afuera. Tenemos el desdén para ignorarnos lo que no vale.


Daniel Battilana

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